martes, 23 de septiembre de 2008

NUNCA NOS IMAGINAMOS ...TODO ESTO

¡¡Exijamos Imposible!!

Narcoterrorismo
En materia de narcotráfico, el país está viviendo lo inimaginable. No imaginábamos que las narcoejecuciones rebasaran las muertes de la guerra de Irak en un año, y ya sucedió. No creíamos que las bandas tuvieran mejor armamento que el mismo Ejército, y ahora sabemos que sí lo poseen. No imaginábamos que las adicciones en el país se dispararan en dos años, y ya las tenemos de manera creciente entre jóvenes de 13 años y más. En fin, no creíamos que algún día llegase a haber atentados contra la población civil indefensa, y ya aconteció en Morelia.

El atentado es un claro desafío al gobierno y a la sociedad. Infundiendo terror contra la población civil, los grupos delincuenciales le dicen al gobierno federal: o te paras o escalamos la violencia. La respuesta ya la conocemos: la autoridad no se detendrá y la espiral de violencia del narcoterrorismo seguirá su curso ascendente. Preparémonos, entonces, para cosas peores.

Hoy más que nunca, la decisión del gobierno de combatir el crimen organizado merece un voto de confianza. No así su estrategia ni los responsables de instrumentarla. La estrategia contra la delincuencia organizada no está funcionando, pero nadie en el gobierno se quiere dar cuenta de ello. La medicina está matando al enfermo, en lugar de rehabilitarlo. Así lo muestra la aparición trágica del narcoterrorismo. Lo peor de todo es que el gobierno inició un trayecto y una guerra que no puede detener. Hacerlo, sería peor. ¿Qué opciones objetivas existen?

Los priistas de viejo y nuevo cuño dicen tener la respuesta. Se acercan al oído: “Negociar”. “Pactar”. “Acordar”. Hasta se les llena la boca. Cuentan que en las épocas del partido prácticamente único había un decálogo para el crimen organizado: no muertos en las calles; no drogas en las escuelas; no escándalos mediáticos; entregas periódicas de cargamentos y traficantes menores; derrama económica en las comunidades; no proliferación de bandas; cero tratos con la estructura formal del gobierno (policías o funcionarios judiciales); cobrar errores con cárcel, no con la vida; orden y respeto en los territorios; invertir las “ganancias” en el país.

Recomiendan el tratamiento médico, pero olvidan que ese tipo de esquema fue en gran parte el origen de lo que hoy vivimos. Hubo tanta negociación, acuerdos y pactos que se perdió la línea entre policías y ladrones, entre autoridades y delincuentes, entre perseguidor y perseguido. Llegó el momento en que no se supo quién infiltraba a quién: si la autoridad a la delincuencia o la delincuencia a la autoridad.

Hoy vivimos el otro extremo. La “guerra santa” o cruzada. Con un toque, incluso, de cinismo. “Vamos ganando por goliza a la inseguridad”, se llegó a decir hace algunos meses. Definida como una “guerra no convencional”, la estrategia de combate contra el crimen organizado ha resultado convencionalmente inútil.
El mayor presupuesto para seguridad pública en la historia del país tiene por contraparte la mayor ola de ejecuciones en una década. El mayor número de efectivos policiales en los tres órdenes de gobierno (550 mil policías, sin contar los militares movilizados en este combate) tiene por contracara el mayor número de grupos paramilitares involucrados en actividades delincuenciales (alrededor de 4 mil sicarios en ocho cárteles de la droga, reclutados, entrenados y dirigidos en su mayor parte por ex militares y ex policías). La mayor reforma judicial y de seguridad de corte draconiano en los últimos 50 años (inspirada en buena medida en las leyes estadunidenses de excepción contra el terrorismo y en la guantanamización de las prisiones), tiene por correlato el mayor índice de impunidad y deterioro del estado de derecho en México.

La guerra contra el crimen debe mantenerse, pero con otra estrategia y otros mariscales de campo. No se puede exterminar un panal de abejas asesinas a escobazos y con los mismos guardianes que lo dejaron crecer. Hay que aislar el panal, acercarse con un traje blindado y guantes, cortar con tijera de acero, colocar la colmena en un bote de máxima seguridad y sellar el lugar donde creció el panal.

No es con un enfoque excesivamente policial y penal como se acabará con la delincuencia organizada. Debe haber “integralidad” en el enfoque y, especialmente, integridad en los responsables de combatirla. Más inteligencia, menos corazonadas. Más tiros de precisión, menos escopetazos. El narcoterrorismo se enfrenta con un Estado confiable y una sociedad participativa.

Hace 15 años, Gabriel García Márquez explicó así las causas del narcoterrorismo en Colombia: “La total ceguera, incapacidad o negligencia de los gobiernos permitió el horror del narcoterrorismo”.

Nosotros no debemos tropezar con la misma piedra.
ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx

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