miércoles, 19 de noviembre de 2008

No hay mal que por bien no venga

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Nuestra única certeza es que no tenemos estadistas
19 Noviembre 2008
María Teresa Jardí

Sí, está muy bien, las crisis sirven para mejorar al mundo si se sabe aprovechar las “muchas oportunidades” que traen consigo. Sí, sabido es que no hay mal que por bien no venga y que la esperanza es lo último que se pierde. Sabios que suelen ser los dichos., aprender a compartir lo poco que se tiene, porque lo mucho ya se sabe que no se comparte, es una de las oportunidades vinculadas a las crisis financieras y si otros países, como Argentina, lo hicieron, ¿por qué no tendríamos que poder aprender a hacerlo también nosotros en los meses y años venideros, etc., etc? Pero, desde antes los más pobres, los que nada tenían, los que nada tienen, los que nada tendrán nunca en la vida ¿es que así no lo hacían? ¿Es que nada antes compartían de lo que no tenían y ahora la crisis les va a brindar la oportunidad de compartir lo que no tienen ni nunca tendrán? No deja de ser curioso el pensamiento de los que de una manera u otra podemos hacer frente a lo que venga porque al menos tenemos techo y comida, pero y las generaciones a las que se les canceló la posibilidad de vida digna el Fobaproa, al que seguirá otro Fobaproa y otro y otro más evidenciada hasta la saciedad que nuestra única certeza es que la corrupción es regla y la impunidad su compañera del sistema que por donde quiera que se le analice ha permeado todas las conciencias.

Cuauhtémoc Cárdenas avala la decisión del TRIFE como inapelable porque odia a AMLO tanto como el usurpador Calderón y como Salinas y como Roberto Hernández, no porque sea inapelable en un país donde las leyes, ya se sabe, que “siempre son perfectibles”.

Puede ser que salga de la crisis que se avecina fortalecido el pueblo mexicano. A final de cuentas no es que tampoco en los otros países los ciudadanos crean en lo que los partidos políticos les ofrecen y les dicen. El hombre es mucho más que las instituciones. Sin personas las instituciones no existen. Y no es tampoco que hayan tenido mejores ejemplos de la jerarquía eclesiástica católica ni de que su asidero haya sido la religión para lograr avanzar en el camino a la construcción de lo mucho destruido con malas decisiones financieras, impuestas por el Banco Mundial y por el Fondo Monetario Internacional. No, las similitudes, como pueblo son muchas y sin embargo las diferencias son tan notables y estas diferencias son las que hacen difícil pensar en que aquí lograremos, en plazos razonables, que de todas maneras, contabilizados en generaciones perdidas, son muy grandes, lo logrado en latitudes más lejanas al imperio que logró convertir en vasalla, por entero, a la clase política mexicana. En México no tenemos estadistas. No sé si los habremos tenido alguna vez y quizá habría que reescribir la historia para realmente encontrar a alguno perdido en la memoria. Juárez, quizá. Madero, mirándolo con lupa por aquello de la no reelección y del todavía no alcanzado “sufragio efectivo”. Pero para lograr sacar algún provecho de la crisis que se avecina debemos tener claras nuestras certezas y empezar a obrar en consecuencia y ahí es donde me entran las dudas. No tenemos estadistas, es la primera. Y la República demanda el rearme ético de todas sus instituciones, es la segunda. El Movimiento Ciudadano existe, es otra. Pero, convertido el PRD, en enemigo, no tiene más asidero que AMLO y en la medida que caiga en el juego del sistema y permita que Encinas se convierta en el secretario de Ortega también AMLO queda desdibujado. El hartazgo es mucho y el hambre que viene mala consejera. De las estupideces del usurpador y de los a modo de la derecha la mayor es haber descobijado, vía la convalidación de Ortega, de un triunfo que no obtuvo tampoco en las urnas.

Matar la esperanza nunca es buena idea.

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