miércoles, 24 de febrero de 2010

Bla,bla,bla,bla de Camín, Castañeda y Heroles

¡¡Exijamos lo Imposible!
No al régimen oligárquico

Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
gmofavela@hotmail.com

El día de ayer salió publicado en diversos diarios de la Ciudad de México un desplegado titulado “No a la Generación del No”, bajo la responsabilidad de Héctor Aguilar Camín, Jorge G. Castañeda y Federico Reyes Heroles. La finalidad del documento es apoyar la reforma política de Felipe Calderón, y de paso las llamadas reformas estructurales por las que tanto ha pugnado la oligarquía, sin referirse a ninguna de ellas en particular. Terminan pidiendo: “Amigos legisladores: aprueben las reformas y demos inicio al debate de fondo: ¿Qué futuro queremos para México? Avancemos juntos, para poder debatir juntos y decidir en democracia”.

Cabe preguntar, para iniciar el debate, si aprobando mecanismos que profundicen aún más la inequidad prevaleciente en el país, se podrán superar las dramáticas contradicciones que caracterizan a nuestra nación, mismas que se han estado agravando a partir de que tecnócratas insensibles y demagogos se hicieron del poder en 1982. Por supuesto que habemos quienes rechazamos rotundamente, con un enfático NO, el proyecto neoliberal que le impuso a México, y al resto del mundo occidental, la Casa Blanca por conducto del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Según los abajo firmantes, “La generación del NO es responsable de lo que NO ha ocurrido en México. Negar el cambio es perpetuar el presente”. Podría decirse, siguiendo el razonamiento, que lo que no ha ocurrido en el país, o sea la instauración de un verdadero régimen democrático, la superación de graves injusticias sociales, la liquidación de vicios y corruptelas que debieron haber sido extirpados al producirse la alternancia en el Ejecutivo, es culpa de quienes han apuntalado el SI al proyecto antidemocrático que ha fortalecido a una plutocracia insatisfecha con los privilegios que disfruta y que quiere magnificar.

Son ellos, los principales oligarcas, beneficiarios de las principales riquezas nacionales, quienes se han negado a los cambios que necesita México para dar un salto cualitativo que nos coloque nuevamente en la posición de liderazgo que ocupamos en el pasado. Son ellos los que quieren perpetuar un presente dorado que desearían durara mil años. Apuntalar el proyecto neoliberal, con las anheladas “reformas estructurales” de los gobiernos neoliberales, NO sería el cambio que conviene a los mexicanos. Y eso es precisamente lo que desearían los abajo firmantes, entre ellos intelectuales de prosapia y singular talento como Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco y Roger Bartra. Seguramente, Fuentes no hubiera firmado este desplegado hace treinta años, cuando era un escritor comprometido con la democracia verdadera.

Es falso, por otro lado, que la pretendida reforma política de Calderón garantice que, “por primera vez, los beneficiarios son los ciudadanos, no los partidos”. Lo serían, por supuesto, pero en otro contexto, cuando se hubiera avanzado en la instauración de una reforma del Estado que dejara atrás los lastres que hicieron posible, en el pasado, la perpetuación de un régimen fundado en un corporativismo que acabó desgastándose, al extremo de que facilitó sobremanera el golpe de Estado técnico que significó el entronizamiento de la tecnocracia neoliberal. Una reforma política no se entiende sin una profunda reforma del Estado, y ésta dista mucho de llevarse a cabo, al menos mientras siga en el poder una oligarquía enemiga natural de la democracia.

¿En qué puede beneficiar a un ciudadano la reelección de diputados y senadores comprometidos en la defensa de intereses oligárquicos? ¿En qué la segunda vuelta en elecciones por la Presidencia de la República si esto obedece al fortalecimiento del bipartidismo al estilo estadounidense? Sin una reforma del Estado que fortalezca a la sociedad es impensable que tales acciones por sí mismas signifiquen un cambio progresista, como los muchos que requiere el México de hoy.

Las reformas que urgen al país son muy claras y específicas: la reforma del Estado que ponga fin al peso decisivo que tiene la oligarquía en el sistema político; una reforma económica profunda que ponga fin a la etapa de privilegios de una plutocracia insaciable, y favorezca el usufructo de las riquezas nacionales por parte de toda la sociedad; y una reforma fiscal profunda que garantice equidad en el trato a los causantes, amplíe el porcentaje de contribuyentes y permita que el Estado cuente con recursos suficientes, al mismo tiempo que asegure el uso honesto y la transparencia de los mismos. Lo demás vendrá por añadidura, sin tener que forzar circunstancias ni gastar sumas multimillonarias en campañas televisivas, que no contribuyen a nada y sólo engrosan las cuentas bancarias del duopolio que detenta el usufructo de concesiones públicas.

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