martes, 21 de septiembre de 2010

Faltó Mickey Mouse y Tribilín

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Bicentenario: los hijos de Walt Disney
Luis Hernández Navarro

La celebración del bicentenario de la Independencia tuvo las mismas señas de identidad que han caracterizado la administración de Felipe Calderón. Despliegue de fanfarrias militares y tropas; clima nacional de miedo; utilización de los medios de comunicación electrónicos para suplantar la relación directa con la población; banalización de la cultura; politiquería en el manejo de los recursos del Estado, y grandes negocios para los amiguetes.


Desde que tomó posesión del Ejecutivo, Felipe Calderón ha recurrido a las fuerzas armadas para gobernar. Las fiestas del bicentenario no fueron la excepción. No se trató, tan sólo, del tradicional desfile del 16 de septiembre. El mandatario nombró como fiduciario del Fideicomiso Bicentenario, encargado de administrar los recursos de la fiesta, al Banco Nacional del Ejército, Fuerza Aérea y Armada (Banjército). La institución manejó la nada despreciable cantidad de 3 mil millones de pesos. En la controvertida Expo Bicentenario instalada en Guanajuato se dispuso un pabellón especial dedicado al Ejército.

Las fiestas patrias se efectuaron en medio de un “estado de miedo”, inducido desde el gobierno. Como si se viviera en estado de sitio, más de 25 mil efectivos fueron desplegados en la ciudad de México. Muchos no portaban uniforme. En las inmediaciones del Zócalo se establecieron cinco filtros de acceso controlados por el Estado Mayor Presidencial, se colocaron arcos de metal y bandas con rayos X, y los ciudadanos de a pie fueron sometidos a revisiones. Desde el Ejecutivo se promovió que, en lugar de salir a las calles, el show de la Independencia se viera por televisión. Alonso Lujambio, secretario de Educación, insistió en que hacerlo así era “una opción atractiva”.

Pero como en México, país de iguales, unos son más iguales que otros, se asignó a los amigos del mandatario que asistieron al Grito una zona preferencial abajo del balcón presidencial y se les eximió de las acuciosas revisiones que tuvieron que padecer el común de los mortales. Como si el Zócalo no fuera un espacio público abierto a todos, panistas y empleados públicos de pedigrí que portaban una conveniente pulsera verde disfrutaron del espectáculo en la zona VIP sin tener que mezclarse con el peladaje.

Los festejos emularon un 4 de julio, Día de la Independencia de Estados Unidos, en Walt Disney, sólo que en lugar de que desfilaran Mickey Mouse y Tribilín, 27 ruidosos carros alegóricos en los que se representaron inconexamente episodios de la historia patria recorrieron Paseo de la Reforma. En una bella metáfora de la fiesta, toneladas de pólvora fueron quemadas en fuegos de artificio. Celebridades artísticas entretuvieron al respetable que, con frecuencia, no se dejó entretener, y que respondió cantando el Cielito lindo cuando en la pantalla se puso la letra de la canción oficial del bicentenario, El futuro es milenario, para que la entonara.

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