martes, 25 de enero de 2011

Por todos lados su fracaso fecalero

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Criminal
fracaso calderonista

Julio Pimentel Ramírez

Los resultados de la actual administración en materia de seguridad, con cerca de 40 mil ejecutados, el tejido social severamente dañado, las instituciones estatales degradadas, la soberanía menoscabada, entre otros nocivos efectos, aunados a la crisis económica, social y política, enfilan al país hacia el despeñadero mientras el espurio Felipe Calderón, más preocupado por que las elecciones del 2012 le garanticen impunidad, a la manera desaprensiva de su antecesor panista cierra los ojos a la lacerante realidad y se encapsula en una etílica burbuja, pretendiendo vanamente engañar a los mexicanos con declaraciones que dibujan un mundo inexistente.

Un día sí y otro también, Calderón pretende gobernar a golpes mediáticos y se esfuerza tratando de convencer a la audiencia de que no dijo lo que dijo, de que el recrudecimiento de la violencia y la barbarie es una muestra de su exitosa estrategia y que la economía mexicana va muy bien, que no hay escalada de precios.

La falsedad de estas aseveraciones cae por su propio peso. Existen pruebas documentales de que Felipe Calderón calificó de “guerra” la “lucha” contra el narcotráfico y el crimen organizado. En todo caso la diferencia en la semántica no es lo más importante sino el contenido de la estrategia del gobierno en materia de seguridad pública, que tiene como eje central el uso de la fuerza, de las armas, sacando al Ejército a las calles, militarizando la seguridad pública y criminalizando la protesta social.

El fracaso de la guerra contra el narcotráfico, ordenada desde Estados Unidos y asumida como propia por Felipe Calderón en su afán de legitimar su gobierno espurio y por convicción personal, es un fracaso en todos los órdenes y seguirá así mientras no se instrumente una estrategia integral que aborde de fondo las causas complejas del narcotráfico y otros delitos graves que opera el llamado crimen organizado.

Veamos, a manera de ejemplo, algunos indicadores del mencionado fracaso que han derivado en lo que algunos califican ya como un Estado fallido o a punto de llegar a ese catastrófico nivel: a pesar de que según informes oficiales las ejecuciones rondan la cifra de las 40 mil, descontando los daños colaterales, es decir la muerte de inocentes, las filas de los cárteles no se ven disminuidas pues cuentan con un enorme ejército de reserva de desempleados y excluidos.

Los territorios en los que la “ley” del crimen organizado desplaza en gran medida la autoridad del Estado no disminuyen y la escalada de violencia se extiende por Chihuahua, Sinaloa, Nuevo León, Tamaulipas, Baja California, Durango, Coahuila, Nayarit, Michoacán, Guerrero, Morelos, Estado de México, entre otras entidades de nuestra flagelada República, en los que la población vive en medio de la inseguridad y el miedo.

Investigaciones de la ONU destacan que a pesar de la caída de algunos jefes de la droga, mientras hasta ahora permanece incólume el capo favorito del panismo, el Chapo Guzmán, el poder financiero del narcotráfico permanece intocado, se acrecienta y permea al 78 por ciento de las actividades económicas formales, que se convierten en canales de lavado de dinero.

Así, mientras la estrategia de guerra contra el narco sacude la correlación de fuerzas entre las organizaciones criminales del sector, que se disputan sanguinariamente los mercados, al tiempo que el gobierno federal pone sobre las armas a más de 50 mil efectivos, entre militares y policías federales, beneficiando a una de ellas y golpeando a otras, fracasa pues además de que los estupefacientes fluyen hacia Estados Unidos, en México a la par del creciente consumo doméstico florecen otras actividades delictivas, como el secuestro, la extorsión, el tráfico de personas.

Las cosas han llegado al extremo de que el Departamento de Estado señala, en vísperas de la visita de Hillary Clinton a México, que la violencia del narcotráfico de los cárteles mexicanos representa un riesgo para la seguridad nacional de su país. Si a esto añadimos que las últimas filtraciones de Wikileaks ponen al descubierto que Felipe Calderón solicitó mayor injerencia estadounidense para resolver los graves problemas de Ciudad Juárez y que el CISEN permitió que agentes de la FBI interrogaran a inmigrantes en territorio nacional, tenemos un panorama que hacen temer que lo que queda de soberanía nacional ceda ante los apetitos imperiales que buscan aprovechar la debilidad de la actual administración panista.

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