sábado, 27 de agosto de 2011

¡Por fin! ahora los narcos son ¡terroristas!!

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Estado de los ESTADOS
Por Lilia Arellano

Horror y repudio internacional

Ataques generan terror y pánico social
Calderón aprovecha para posicionarse
Indignación y coraje de los mexicanos
El país es lo que está en riesgo: Narro

“¿Necesidad? Palabra cómoda con que el culpable se quita de encima la culpa, para arrojar en el vacío toda soberbia y traición”.- E. De Geibel

Al cierre de estas líneas se tenía un reporte oficial de 52 muertos a causa del incendio provocado en el Casino Royale en Monterrey, Nuevo León, de los cuales ya se habían identificado 39 cuerpos y, de ellos, sólo 8 corresponden al sexo masculino. Sin duda, este caso ha sido uno de los que más impacto ha causado dentro de la población de todo el país, de los que está sembrando terror por todo el territorio, de los que atraen todo tipo de especulaciones y señalamientos que esperan encontrar algún sustento en el resultado de una investigación que, dada la incapacidad y el manejo de siempre de las distintas corporaciones policiacas, nadie va a creer. Y dar con los culpables es tarea de unos, encontrar puntos que nos lleven a analizar una situación que puede arrojar distintos resultados es quehacer de otros.

Este es el segundo acto realizado en un punto estratégico de reunión en los últimos días. El primero fue el estadio de futbol en Torreón, Coahuila. Y habrá que relacionarlos con otros perpetrados por las bandas de la mafia a las que se acusa a través de su forma de operación. En ambos casos las metralletas brillaron por su ausencia, lo cual no ha sucedido cuando los mensajes y los ajustes de cuentas se realizan en discotecas, restaurantes, bares, edificios, residencias y hasta escuelas, centros de estudio o lugares de rehabilitación. Variaron de manera diametralmente opuesta las formas de accionar de quienes llevan a cabo este tipo de matanzas.

En el caso de Torreón y según las declaraciones de quien la Federación señaló como el “buscado” por la mafia, es decir, por el jefe de la policía, no iban por él ya que de haber sido así resultaría incomprensible la serie de errores cometidos. Tampoco ha sido el sello de estos grupos, cualquiera que sea su nombre o la utilización de letra del abecedario, provocar incendios como el del Casino. Se ha visto incluso en los asaltos al Play City o a más de tres locales de los denominados “Caliente”. ¿Hay, acaso ya, un tercer grupo de asesinos? ¿Dedicados a qué? ¿Qué se pretende? ¿Cuál es la finalidad de provocar terror, nerviosismo, pánico, de generar tensión?

Porque lo que todo esto si provocó, de manera inmediata, fue la reacción de Felipe Calderón. Lució corbata negra y decretó un duelo nacional por tres días, acción que no ejecutó cuando murieron los niños de la guardería ABC que también fueron 49, tampoco ante la gran tragedia por la irresponsabilidad del Grupo México que arrojó 65 mineros sepultados, como tampoco ha surgido por los miles de inocentes que han muerto por los enfrentamientos contra el narcotráfico y cuya única culpa fue encontrarse en el momento y en el lugar menos indicado.

Ahora, se presenta todo un montaje al que antecedió el discurso del titular de la SEGOB, Francisco Blake, y que señala que tales hecho no deben dividir a los mexicanos sino unirlospara hacerle frente al crimen organizado, para fortalecernos, para superar el desafía que representa para el país y para sus instituciones”. Es decir ¿unirnos a las causas calderonistas? También se ha utilizado esta desgracia para que Calderón salga con su mensaje transmitido y repetido durante todo el día, en el que menciona a “homicidas incendiarios y verdaderos terroristas”, palabras clave para que se prendan todos los focos rojos en los terrenos del vecino del Norte.

Fue el suyo un discurso duro, fuerte, de reposicionamiento, uno que no se le había escuchado, en el que incluso por primera vez no se adelanta a lo que reporten las investigaciones sino que se muestra respetuoso sobre el nombre del o los grupos que pudieran ser los responsables y sólo habla de bandas del crimen que “probablemente” pudieran ser los culpables. Agrega una serie de señalamientos que esperan causen asombro pero que son de todos conocidos, que mucho se ha hablado de ellos, de esos ante los cuales ha guardado durante más de 4 años un silencio cómplice.

Dijo: “De esas ganancias económicasen referencia al narcotráfico-, las mayores rentas provienen de un factor: el trasiego y venta de droga a los Estados Unidos. Parte de la tragedia que vivimos los mexicanos tiene que ver con el hecho de que estamos al lado del mayor consumidor de drogas del mundo y, a la vez, del mayor vendedor de armas del mundo, que paga miles y miles de millones de dólares cada año a los criminales para proveerlos de estupefacientes”. ¿Alguna de estas afirmaciones, de estas palabras le suena desconocida? o ya se había hecho del conocimiento del michoacano sin que las aceptara públicamente como lo ha hecho ahora y sólo para lucirse.

Les demanda que reflexionen mientras aquí se llenan los panteones. Les dice que el consumo de drogas deben reducirlo drásticamente, como si no supiera que este mercado es para ellos indispensable; en un arranque de protagonismo les dice: “Si están decididos y resignados a consumir drogas, busquen, entonces, alternativas de mercado que cancelen las estratosféricas ganancias de criminales o establezcan puntos de acceso claros, distintos a la frontera con México” O sea les pide que, de plano, las legalicen, que cobren sus impuestos, que abran todas las puertas como si en el presente desconociera que cielo, mar y tierra son “puntos claros en los que sus aduaneros abren las puertas.

Habrá que ver dentro de ese “mensaje político”, dentro de su exposición de lutootra falta de respeto para las familias de las víctimas-, hacer realidad la pretensión de unir fuerzas sin que sean él y su partido los que pretendan reposicionarse y ganar en los próximos procesos. Y eso será muy fácil. Bastará con esperar el capítulo en el que culpa a los gobiernos priístas de que se hubiese desarrollado el narco en México. Todo apunta a que la gran tragedia de Monterrey le ha brindado una serie de elementos para cerrar capítulos como sería el de los señalamientos por los más de 50 mil muertos que ha provocado su dizque guerra contra el narco; para reposicionarse; para quedar bien con sus aliados del mal al no hacer ningún señalamiento salvo los que se dejan filtrar y que, obviamente, apuntan a grupos contrarios; para, en caso de no lograr sus fines y conservar la presidencia o entregar un país en ruinas y ensangrentado o dejarlo sin opción de elegir.

INDIGNACIÓN Y CORAJE

Decenas de miles de muertos parecen no ser suficientes para cambiar una fallida estrategia policiaco-militar contra los cárteles de las drogas en México. Ininterrumpidamente, la administración calderonista ha ido escalando los niveles de violencia en su enfrentamiento contra las organizaciones criminales, sin un plan definido ni un objetivo preciso que revele una victoria en esta estúpida guerra. Se han sembrado en el territorio nacional decenas de miles de mártires y, por fin, tras un persistente esfuerzo ya se logró la evolución de delincuentes y sicarios del narco a “terroristas”, para inscribir de lleno a nuestro país en la guerra global que mantienen los Estados Unidos a nivel internacional y que les ha permitido impunemente atacar y ocupar naciones y apropiarse de sus recursos económicos y naturales.

La sociedad mexicana está conmocionada, sumida en un intenso sentimiento de dolor, de tristeza, de indignación, de impotencia, de coraje, de “emputamiento”, de desesperanza, de miedo al futuro, de total decepción ante un gobierno ineficiente, incapaz, totalmente irresponsable. El repudio al “ataque bárbaro” de un casino en la capital de Nuevo León es generalizado por parte de todas las fuerzas políticas del país, del Congreso, de los diversos sectores de la población. A nivel internacional también es generalizado el rechazo a estas incalificables acciones contra civiles inocentes, cuyo único crimen es haber estado en medio de una feroz disputa, a sangre y fuego, entre dos organizaciones criminales por una zona estratégica para la operación y trasiego de drogas y actividades ilícitas.
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