domingo, 28 de octubre de 2012

'Dice mi mamá que siempre no': Beltrones

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
Los economistas de antes y los de ahora
Ruby Betancourt Moguel

Bueno, pues seguiré con mi cuento sobre los economistas, al tiempo que aprovecho para comentar algo que está en el aire ¡qué buena triquiñuela le jugó el PRI al PAN! Cuando parecía que la famosa Ley Laboral sería aprobada porque los senadores del PRI habían estado de acuerdo en sus términos, al llegar a la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones sale con que: “Dice mi mamá que siempre no” y que la iniciativa preferente ya no lo es más, porque llevará semanas o meses revisarla y aprobarla, si no es que, como es muy probable, la manden a la congeladora. Enrique Peña Nieto tendrá su Ley Federal del Trabajo, no así Calderón, aunque sea muy su cuate y se haya reunido con él ya 6 veces a platicar y tomar café, se tendrá que aguantar y los sindicatos corporativos del PRI podrán aceptar o no (claro que no lo van a aceptar) que se les obligue a ser transparentes y a regirse democráticamente y dar cuentas a sus afiliados. La CTM, la CNC, la CNOP o como se llame ahora y todos los demás sindicatos charros y sus dirigentes, pueden estar tranquilos que sus lugares están asegurados.

Otra cosa sobresaliente: Humberto Moreira rompió el silencio y acusa a los “narcoempresarios” de ser los causantes del asesinato de su hijo José Eduardo. Como decimos los yucatecos: “así de cosas”.

Regresando a los economistas, en la tercera parte de esta serie me quedé en la muerte de Luis Donaldo Colosio, asesinado por el traidor que era su “gran amigo”, por no seguir su línea. Este hecho removió muchas conciencias pero no impidió que el Jefe de Campaña de Luis Donaldo, Ernesto Zedillo Ponce de León, le sucediera en la Campaña y en la Presidencia. Otro economista, que se asesoraba allí en el merito Norte de nuestro país, donde ahora se encuentra como académico. Como tal, puede que la haga, pero como Presidente de la República siguió cavando la fosa de nuestra economía y del bienestar de muchos miembros de la clase media-media y de la media-baja y ni qué decir de los de las clases inferiores. Casi daba vergüenza ser economista, nos sentíamos entre traidores y traicionados. Duele reconocer que la mitad de los mexicanos viven en estado de pobreza o de extrema pobreza.

Es terrible recordar lo que pasó después: la victoria del inefable Vicente Fox Quesada, candidato del PAN y buen empresario cocacolero. Ese ganó en las urnas, no como Salinas de Gortari. No necesitamos detenernos a enumerar sus pifias y sus gracejadas que daban ganas de reír y de llorar al mismo tiempo. México, bajo el mandato de Martha Sahagún fue una desgracia. Entre lo que vendía y lo que se robaba para ella, su pareja y sus afortunados hijos, parecía que llegábamos al fin.

Muchos economistas ya modernizados con la microeconomía lograron acomodarse. En lo personal, a mí como economista que había sido Coordinadora de Asesores 6 años en la Secretaría del Trabajo y 6 en la de Pesca, donde éramos fabricantes de documentos, no me fue mal, así como a un grupo de economistas y abogados que encontraron lugar en esas asesorías. Esto fue durante la Presidencia de Miguel de la Madrid y la de Carlos Salinas de Gortari.

Fue terrible ver cómo, poco a poco a veces y abruptamente otras, Carlos Salinas de Gortari rompía a pedazos, lo que era el alma de nuestro México. Él, que creíamos que daría brillo a los economistas, a lo único que le dio brillo fue a su fortuna, a la de sus parientes y amigos y a su cabeza calva. Todavía ahora, después de tantos años, este hombre sigue rigiendo las políticas de gobiernos emanados del PRI o del PAN. La mayor parte de la gente no entiende por qué. Lo explica el poderío que logró con su fortuna como apoyo y con el de la alta burguesía mexicana y extranjera.

Inútil hablar de Felipe Calderón y de su falta de oficio y de inteligencia, estamos viviendo el final de su régimen y nos parece que con el joven priísta Enrique Peña Nieto no nos espera la recuperación que tanto necesitamos. Estamos a punto de perder lo único que tiene un altísimo valor económico y político y hasta moral: nuestra riqueza petrolera, la que Lázaro Cárdenas rescató de manos extranjeras en 1938.

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