jueves, 25 de abril de 2013

Así como están las cosas el pacto no existe

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
Sin derruir es difícil... construir... 
María Teresa Jardí

Si comparamos el Estado con un alto edificio entenderemos que es necesaria la construcción de buenos cimientos. Si establecemos que el pacto social que se firma de manera virtual, entre gobernados y gobernantes nada tiene que ver con un pacto que no goza de la credibilidad ciudadana, será más fácil entender la importancia que tiene el pacto firmado de manera virtual. Pero pacto que a final de cuentas, a lo largo de siglos, en muchos lugares ha permitido la paz. Firma virtual, pero parte fundamental del entramado que es indispensable para la construcción del Estado. Pacto que por ser parte de los cimientos se entenderá que en tanto el mismo exista, el resto del edificio podrá dañarse pero no correrá el riesgo de caerse. Pero igual será claro que cuando el entramado de los cimientos se daña, como ha sucedido con México, el edificio va a llegar al punto, de no volver a firmarse ese pacto virtual, en que se colapse.

Podríamos, quizá, ubicar las leyes que deberán aplicarse sin excepción a los firmantes del pacto: gobernantes por un lado y gobernados por el otro, en el vestíbulo, encima de los cimientos, como la primera construcción del edificio en el entendido de que así sucede cuando se trata de una democracia y del desempeño de todos en un Estado de Derecho. No olvido el sótano, por supuesto, pero de momento lo dejó de lado y ya comentaré mañana o en una próxima entrega lo que ahí se ubica.

Ante la dificultad de establecer un diálogo permanente entre ambos bandos firmantes del pacto virtual, es decir entre cada gobernado y cada gobernante, tomando en cuenta que al ser tantos los gobernados y tan pocos los gobernantes las asambleas serían gigantes. Unos eligen a sus representantes y los otros a los funcionarios públicos encargados de los diversos despachos de las distintas instituciones que van configurando los pisos del edificio.

Pero, como en el caso de los cimientos, la estructura ética de cada una de las instituciones debe ser inamovible so pena también de que el edificio se caiga.

Podemos ubicar en el último piso a los tres poderes. Y justo debajo de los poderes, entremedio de las instituciones: a los partidos políticos, a los sindicatos y a la amplia gama de asociaciones.

Al poner los gobernados en manos del presidente, con la firma virtual, la función de propiciar la seguridad pública como el presupuesto inherente para la conservación de la vida, renuncian a hacerse justicia por mismos y le entregan el poder de castigar la violación a las leyes. Lo que el presidente deja en los aparatos encargados de procurar y en el poder encargado de administrar la justicia.

Cuando el presidente no propicia la seguridad pública se rasga el pacto y se daña el edificio. Cuando el Poder Judicial no administra Justicia se rasga el pacto y se daña el edificio. Cuando el Legislativo responde a intereses particulares se rasga el pacto y se daña el edificio. Cuando los partidos no generan confianza en los electores se rasga el pacto y se daña el edificio. Cuando las instituciones se desarman en su estructura ética, se rompe el pacto y se agrieta todo el edificio. Y cuando los tres poderes se convierten en uno solo al lado del resto de daños se colapsa el edificio.

Pueden, sin duda, firmarse pactos entre algunas de las partes. Pero todo será falso cuando el pacto virtual entre los gobernados y sus gobernantes ya no existe. Llegarán a un arreglo otra vez el PRI, el PAN y el PRD. Ni duda cabe. Pero será otra vez un falso arreglo. El malestar ciudadano es tan grande y la miseria tan honda que no caben ya los pactos cupulares.

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