Escuelas carentes de todo, ¡¡ah pero con reforma educativa!!
¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Jornada
Preparativos de represión
Luis Linares Zapata
El oficialismo en pleno
se apresta, como el Mambrú napoleónico, para ir a la guerra. Armados
con artificios de corte leguleyo (la ley no se negocia) feroz propaganda
y blandiendo, en todo momento, la catalogada como definitiva e
indetenible reforma educativa, retocan sus arreos para una aventura de
consecuencias imprevisibles. Los cálculos pergeñados, apoyados en
endebles supuestos, no auguran los buenos resultados prometidos. Todo
apunta hacia cualquiera de dos posibles modalidades de acción. La más
condensada implica el enfrentamiento del sistema establecido contra una
parte (que quizá resulte mayoritaria) del magisterio. El uso de la
fuerza del Estado frente a miles de ciudadanos movilizados, con
seguridad, se desparramaría en incontables y sensibles direcciones. La
opción segunda exige la rendición de las secciones sindicales de
Guerrero y Oaxaca o de otras que podrían acompañarlas. Esta última
alternativa derivaría en la esperada continuidad, sin sobresaltos
adicionales, de la estrategia tal cual fue diseñada en el Pacto por
México.
Sería torpe afirmar que en cualquiera de las opciones disponibles,
tanto para el magisterio como para el oficialismo,
seguiría un desenlace
siquiera aceptable y,
menos aún,
definitivo.
La vía negociadora,
hasta
lo que se puede ahora atisbar por los preparativos en proceso,
está
agotada.
No es,
por tanto,
ocioso,
nombrar algunos de los elementos que
entrarían en este complejo rejuego.
La estabilidad misma del régimen en
un primerísimo lugar es un aspecto digno de consideración.
Aunque para
muchos participantes,
observadores y consejeros tal consecuencia es
desmesurada,
bien cabría reservarla aunque sea en la trastienda.
La
imagen presidencial,
desplegada con tanto afán,
intensidad y
preparativos,
no saldría indemne de una trifulca como la entrevista.
El
resentimiento por las distintas heridas a un sector clave y apreciado de
la sociedad ante la ya vislumbrada represión,
sin descartar
fallecimientos,
llenaría buena parte de este periodo de gobierno.
Las
afectaciones al proceso reformador actual también aparecerían en el
escenario político.
Un corolario previsible tocaría la presumida
habilidad reformadora del priísmo.
Las posibilidades de una insurgencia
localizada o focalizable,
pero ramificada,
deben preverse en sus
variadas modalidades y duración.
La sensibilización ciudadana llevada a cabo desde hace semanas por el
aparato de convencimiento ha sido,
además de intensa,
abarcante en
cuanto a los medios empleados.
La opinocracia en pleno ha entrado en
funcionamiento,
tal como de ella se espera desde mero arriba,
sobre todo
en momentos álgidos para la continuidad del modelo en boga.
Las voces,
plumas,
narrativa e imágenes son,
por lo demás,
concurrentes,
repetitivas y,
en los últimos días,
feroces e impositivas en su
argumentación.
El vocinglerío se impregna de celos por la infancia
abandonada y por los transeúntes carreteros indefensos.
Nadie tiene
derecho a atentar contra el derecho,
ha predicado el señor Chuayffet,
arrobado por el espíritu de la legalidad,
desde donde suelta sus
retruécanos inapelables.
A los violentos,
a los inconscientes,
los
rebeldes,
vagos,
irresponsables y demás epítetos sorrajados a los
maestros los han demonizado con suficiencia y sin miramientos que
valgan.
Los escrúpulos hacia los derechos humanos que les pudieran
asistir,
aun ante las peores condicionantes,
han sido soslayados con
desdén y hasta prepotencia en cuanta publicación o micrófonos se tienen
al alcance de la influencia del oficialismo.
Por esta última categoría
se entienden tanto a los gobiernos federal y locales,
como a los
organismos empresariales,
al clero cupular,
la opinocracia en pleno
disfrute de sus prebendas y posiciones,
la burocracia de nivel (
pública y
privada),
buena parte de la academia y las ralas porciones ciudadanas
formadas por la gente bien.
Es decir,
el mundo de los de arriba ya muy
enroscados en sus fobias,
desprecios y temores hacia el calificado
peladaje respondón y violento.
La reforma va,
tal como fue concebida y aprobada:
no habrá
retroceso alguno,
se dicta con estudiada energía desde la cúspide.
Cualquier modificación es inaceptable.
Tal como la aconsejó,
cabildeó e
impuso la OCDE (
PISA),
el empresariado nacional,
los amanuenses y
merolicos del poder ahora proponen llevarla a su fin sin titubeo alguno.
Lo que está en juego,
alegan sin dudas,
es el futuro de la nación.
Y
ante tan elevado propósito no hay resistencia que valga.
La reforma,
tal
cual está,
asegura la calidad indispensable para competir,
para
progresar,
para que la economía crezca al ritmo que se requiere y México
salga del atolladero actual,
es la cantaleta como prometido horizonte.
Las flagrantes e inocultables carencias de la infraestructura educativa
no son consideradas en este diseño cupular.
El contenido de la llamada
calidad educativa queda divorciado de las abismales desigualdades
vigentes –
por lo demás crecientes–
donde la enseñanza se imparte.
El
desastre que se rebela en las varias pruebas hechas por expertos son
culpa,
se concluye,
del atraso de esos maestros incumplidos,
de los
necios,
los faltistas,
los que prefieren el escándalo al progreso.
Basta
de privilegios conseguidos con chantajes,
con presiones indebidas e
ilegales,
se oye como clamor amplificado que se condensa en los pasillos
del poder y la decencia.
La CNTE,
la Ceteg y actuales derivados (
MPG)
son reos de barandillas,
de toletes,
gases,
persecución y cárcel.
Las
terribles condiciones en que se imparte la educación primaria y
secundaria en buena parte del país,
sobre todo en esos estados bajo
asedio,
poco importan.
Los latrocinios masivos de la burocracia federal y
estatal,
el sindicalismo corrupto y desvergonzado del SNTE queda a la
vera de esta triste historia.
Encarcelada la profesora,
se terminó la
rabia.
Sólo ella merecía la cárcel.
A los demás cómplices del SNTE
cupular,
que son cientos o miles,
con el susto basta:
son necesarios
para calmar las turbulentas aguas que provoca la misma reforma.
A los
comisionados que permanecen intocados se les empleará en lo que saben
hacer:
arreglar elecciones.
Esa ha sido la labor que los priístas (
Luis
Echeverría)
les encomendaron desde hace unos cincuenta años y a eso
serán destinados en los tiempos por venir.
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