miércoles, 26 de junio de 2013

Grandes Raíces Nazis en Acción Nacional

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
La Jornada
Precisiones a unas precisiones sobre la raíz nazi del PAN
El Fisgón
 
Siempre he tenido un gran respeto por Bernardo Bátiz y Héctor Santiago Vasconcelos. Son hombres de convicciones democráticas y siempre he tomado en cuenta sus observaciones, invariablemente amistosas, y cuando disentimos en algún punto procuro revisar mis planteamientos.

En un artículo publicado el 17 de junio, Bernardo Bátiz hace algunos señalamientos a mi ensayo La raíz nazi del PAN, publicado en La Jornada Semanal del domingo 9 de junio. Bátiz cuestiona que una buena parte de quienes fundaron (el PAN) eran simpatizantes del nazismo y disiente por justicia y por congruencia de la generalización y de la condena sin matices a los militantes de un partido que luchó muchos años por la democracia.

Bátiz tiene razón. Sin duda en ese partido militaron muchos demócratas consecuentes y de buena fe, como él. No se puede generalizar y nunca fue mi intención hacerlo. De hecho, en mi ensayo escribí que a lo largo de su historia, Acción Nacional atrajo a ciudadanos que creían en los valores de la democracia (entre ellos, los miembros del Foro Doctrinario) y el mismo título del ensayo (La raíz nazi del PAN) lleva implícita la idea de que ese partido tuvo otras raíces, distintas a las del nazismo (a diferencia de una planta, un organismo político tiene, siempre, múltiples raíces). Si en mi ensayo me centré en el tema de la raíz nazi del PAN fue porque de las otras raíces de ese partido se ha hablado mucho y ésta no se había podido documentar.

Por su parte, Héctor Vasconcelos precisa que la influencia que tuvo José Vasconcelos en Manuel Gómez Morín surgió más de 15 años antes de que éste fundara el PAN y de ahí concluye que, por lo tanto, no tiene nada que ver con el nazismo. En su biografía de Gómez Morín, Teresa Gómez Mont documenta que la relación del fundador del PAN con el Maestro de América fue una relación política maestro-alumno que se extendió por décadas; por tanto, el que ambos personajes hayan defendido el respeto al voto y el maderismo en las primeras décadas del siglo XX no excluye que hayan evolucionado juntos hacia otros horizontes. El hecho de que en 1940 Vasconcelos dirigiera Timón y que Gómez Morín haya apoyado La Reacción (?) prueba que los dos evolucionaron hacia posiciones germanófilas.

Bátiz plantea que, aceptando que algunos panistas fueran pronazis, serían unos cuantos y en una circunstancia histórica en la que medio México era germanófilo. Héctor Vasconcelos añade que “en toda América Latina había una extendida germanofilia, producto de la recuperación y desarrollo alemán a partir de 1933… además de que se veía a ese país como un contrapeso global al poderío estadunidense”, y Bátiz agrega que en México había una germanofilia general y que ésta se explica por el sentimiento antiestadunidense y el rencor por los Tratados de Bucareli, que comprometían la soberanía nacional. Mis amigos tienen razón. La germanofilia era grande en muchas partes del mundo; en México tenía motivaciones propias y asumió formas particulares. Para entender este fenómeno es necesario hacer un breve recuento de hechos.

El crecimiento de los movimientos de derecha radical en las décadas de 1920 y 1930 se explica, en buena medida, como una reacción ante el rápido crecimiento de los movimientos de izquierda después de la primera Guerra Mundial y la Gran Depresión de 1929. En aquellos años crecieron como nunca los sindicatos, los partidos socialistas y nació el primer país que se autodenominaba socialista. Los sectores más conservadores de la sociedad reaccionaron exigiendo el restablecimiento del antiguo régimen y hubo movimientos de restauración monárquica (Maurras en Francia y Franco en España) y proyectos de restauración imperial (Mussolini soñaba con reinstaurar una suerte de Imperio Romano, Hiroito el Imperio del Sol Naciente y Hitler el Tercer Reich). Al ser reactivos, estos movimientos copiaban el discurso y las formas de sus rivales y se cohesionaban en contra de ellos (por eso se caracterizaban por ser tan anti: anticomunistas, antisocialdemócratas, anticatólicospopulares, antisocialistas, antisemitas y demás).

En México, el cardenismo impulsó una serie de iniciativas que dieron conquistas sociales históricas a trabajadores y campesinos: el respeto al derecho de huelga, el reparto agrario, la expropiación petrolera, la educación socialista… Estas medidas provocaron el crecimiento de una derecha radical mexicana que tuvo diferentes manifestaciones.1 Hugh G. Campbell documenta que hubo una derecha radical religiosa, cuya manifestación más espectacular fue el movimiento sinarquista, y una derecha laica que dio lugar a grupos como Los Camisas Doradas de Acción Revolucionaria Mexicanista y a movimientos como la rebelión de Saturnino Cedillo. Las diferencias entre estos grupos ultraderechistas nacionales eran grandes; la derecha religiosa se identificaba con la Falange y con Franco; en cambio, la laica era más proclive al hitlerianismo. La derecha radical mexicana hizo varios intentos por cohesionarse; uno de los más importantes fue la campaña presidencial de Juan Andrew Almazán, donde convergieron desde revolucionarios inconformes hasta abogados petroleros y partidos en formación (uno de ellos fue Acción Nacional, fundado en 1939).

Bátiz afirma que “el nazismo tenía hipnotizados a otros, no al PAN, ni a sus mejores hombres… quizás Aquiles Elorduy o el escritor Jesús Guiza y Acevedo o el abogado yucateco Gustavo Molina Font, que salieron pronto del PAN, fueron simpatizantes de la Alemania hitleriana”, pero que muchos otros panistas no lo fueron. En realidad es muy difícil saber cuántos y quiénes estaban hipnotizados por el nazismo en aquel tiempo (muchos nunca lo confesaron y otros siempre lo negaron), de modo que nos tendremos que atener a hechos y documentos históricos. Y cada vez encontramos más datos duros que nos dicen que la enorme germanofilia que había en México en esos años encontró su cauce y sus simpatizantes en la derecha… y esto incluye al PAN.

En el periódico filonazi La Reacción (?), además de Gómez Morín, Elorduy, Herrera Lasso, Molina Font y Pedro Zuloaga, también colaboraba otro connotado panista: Alfonso Junco (candidato a senador por el PAN en 1946). Pablo Serrano documenta que cuando Gómez Morín decidió sacar a luz La Nación, el periódico de Acción Nacional, le ofreció la dirección de ese medio al periodista pro nazi más conspicuo del México de aquel tiempo: Miguel Ordorica, el entonces director de Últimas Noticias de Excélsior2 (quien, por cierto, la rechazó). Según varios testimonios, Ordorica fue el maestro de Salvador Borrego, el autor de Derrota Mundial y reciente orador estrella del panismo mexiquense. No sería justo afirmar que el PAN fue fundado sólo por nazis, pero, ante tantas evidencias, no se puede negar que ese partido tuvo una raíz nazi y que ésta fue más importante de lo que se ha señalado. Todavía no conocemos la verdadera dimensión de la corriente filonazi en los primeros años del PAN y es necesario investigar más a fondo para llegar a conclusiones firmes. El tema apenas empieza a estudiarse, a pesar de que los panistas quieran correr un velo sobre el tema.

En una entrevista publicada en este diario, el historiador panista Aminadab Pérez Franco consideró que no se puede decir que porque Gómez Morín aparece en el directorio de La Reacción (?),ese semanario, que El Fisgón señala como germanófilo, él haya sido un pro nazi o que el partido tenga esa base”, y Gerardo Ceballos, director del Centro de Estudios, Documentación e Información del PAN, negó rotundamente que el nazismo sea una de las raíces de este instituto político.

Me parece poco serio que la derecha quiera despachar este tema con la misma ligereza con la que los legionarios trataron de despacharen un principioel caso del padre Maciel. Las pruebas de la raíz nazi del PAN son muy gordas. Sólo quien no ha leído La Reacción (?) puede poner en duda que la publicación era germanófila, pro nazi y antisemita. Para muestra bastaría esta línea escrita por el panista Pedro Zuloaga: “Por lo que atañe al aspecto político del racismo alemán, es evidente que todo él va dirigido contra la preponderancia política y social de los judíos en Alemania. Y en esto les asiste la razón por toneladas…3

El hecho de que el fundador del PAN, Aquiles Elorduy, fuera el director de la revista; el hecho de que Gómez Morín y cuatro connotados panistas más hayan avalado esta publicación, y el hecho de que la revista reprodujo íntegro el Segundo Informe de Gómez Morín ante el PAN, compromete a los fundadores del PAN y a ese partido más de lo que quieren aceptar Ceballos y Pérez Franco.

Por lo demás, el señor Ceballos declaró que frente a la Segunda Guerra Mundial, en México se configuraron tres posiciones: la de quienes admiraban el nazismo, la de los proyanquis y la de quienes no terminaba de gustarles la actitud del gobierno mexicano ante la conflagración. En este tercer segmento se colocó el PAN.

Este análisis es simplista. En aquel momento se configuraron muchas posiciones; no sólo esas. La posición de La Reacción (?) ante el conflicto mundial siguió pautas que le convenían a Alemania en aquel momento. Ni la embajada germana en México ni sus aliados nacionales tenían cómo presionar al gobierno de Ávila Camacho para que tomara partido por Hitler, y cuando el canciller Padilla empezó a perfilar que México entraría en guerra del lado de los Aliados, los nazis mexicanos entraron en crisis. En una actitud pragmática, La Reacción (?) le exigió al gobierno mexicano que se mantuviera neutral. Ese alegato es el centro del Segundo Informe de Gómez Morín ante el PAN que La Reacción (?) publicó, íntegro y en exclusiva, el 29 de septiembre de 1941.

Sin duda, el actual presidente del PAN en el Edomex hubiera apoyado esta iniciativa.

1 Hugh G. Campbell. La derecha radical en México.1929-1949. México, Secretaría de Educación Pública, 1976.
2 Ver Pablo Serrano Álvarez. Prensa y oposición política en México, La Nación, 1941-1960, SEP-INHERM, 2012, pp. 18 y 19.
3 Pedro Zuloaga, El racismo alemán, La Reacción (?), 17 de noviembre de 1941. p. 7.

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