miércoles, 10 de diciembre de 2014

Corrupción queda intacta en su decálogo

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
El decálogo de Peña Nieto
Rogelio Guedea

Los filósofos clásicos de la teoría política (Aristóteles, Cicerón, luego Maquiavelo, Hobbes, Locke) siempre hicieron el paralelismo entre la organización de la familia con sus miembros y la del Estado con la sociedad, para explicar al segundo a través del primero.

En realidad entender las funciones del Estado desde la familia es menos complicado que entender al Estado pormismo.

En la familia el padre y la madre son el gobierno y los hijos la sociedad. Dependiendo el tipo de gobierno que establezcan los padres devendrá el tipo de progenitores. Si los padres son tiránicos y corruptos, tendrán hijos, primero, sumisos pero, después, cuando estos adquieran su propia libertad, rebeldes e insurrectos.

En el caso mexicano, la causa de nuestro mal actual tiene un origen visible: la corrupción política, que genera, como efecto, la violencia e indignidad que hoy padecemos.

El decálogo lanzado por Peña Nieto para acabar con la violencia de nuestro país, por ejemplo, pretende atacar el efecto pero no la causa: implementará un supuesto estado de Derecho sólido para poner en su sitio los disturbios sociales (el efecto), pero no la corrupción política (la causa), a la que, en el fondo, deja intacta. Incluso, si se analiza bien, protege.

En nuestro país el gobierno quiere que cambie la sociedad sin cambiar él.

La fuerza del Estado es valedera cuando su motivo de fondo es impartir justicia, no solapar actos de corrupción. La violencia actual no es justificada pero es, innegablemente, congruente si partimos del principio de que no parece existir otro método para que el Estado (el padre de familia) se someta a los mismo principios de orden, equidad y justicia que está obligado a hacer cumplir por la sociedad.

Para que el pacto social tenga sentido, como lo quería Rousseau, el Estado tiene que respetar las propias leyes que crea, no trasngredirlas en beneficio propio.

No necesitamos, pues, más fuerza por parte del gobierno, sino una mejor moral.

Mientras no fortalezcamos nuestro estado ético, nuestro estado de Derecho seguirá siendo el simple alcahuete de todos los crímenes del Estado
(SINEMBARGO.MX)

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