miércoles, 28 de enero de 2015

La sociedad sólo ve desgracias y horrores

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!

Nada cambiará con el “carpetazo” anunciado
Guillermo Fabela Quiñones

Apuntes

El gobierno federal decidió cerrar el caso de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Pocas horas después de la gran concentración en el Zócalo capitalino para protestar por la falta de avances en las indagaciones, el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, anunció las que consideró conclusiones irrefutables. El grupo delictivo comandado por “El Cepillo” asesinó a los estudiantes, luego los incineraron y arrojaron las cenizas al río San Juan. Lo que se temía, que ocurriera el “carpetazo”, sucedió y de aquí en adelante los padres de los sacrificados no podrán exigir que los devuelvan vivos.

Sin embargo, una cosa es que la PGR diga que ya sólo falta aprehender a unos cuantos delincuentes prófugos para dar por concluida plenamente la investigación, y otra muy distinta es que se lo crea la ciudadanía. La desconfianza al régimen será mayor de aquí en adelante, porque la salida que se le quiere dar a este crimen de Estado no es creíble bajo ningún punto de vista. Al paso de las semanas fue quedando muy claro que el gobierno federal estaba entrampado, tanto por su impericia como por la necesidad de darle una solución aceptada por los familiares y amigos de los normalistas sacrificados. Esperó a que la temporada navideña calmara los ánimos, pero las cosas no ocurrieron así.

No se necesita ser un criminólogo experto para saber que “El Cepillo” es un delincuente común que aceptó declarar lo que se le dijo, a fin de obtener algún beneficio. El problema para el gobierno federal es que hay peritajes científicos que no permiten concluir las indagatorias como dijo el procurador Murillo Karam. Hay muchas interrogantes que de antemano sabemos que no van a tener respuesta, porque pondrían en evidencia la dramática descomposición de las instituciones del Estado mexicano, su carácter fascista y su abierta complicidad con grupos de la alta delincuencia organizada.

Es obvio que Murillo Karam recibió la orden terminante de poner fin al caso, sin que importaran las consecuencias. En Los Pinos se debe haber considerado que más desgastante es la movilización para encontrar la verdad de la masacre de Iguala, que las protestas que se produzcan porque el gobierno federal asuma que los normalistas fueron asesinados y desaparecidos sus restos. Con todo, aunque “El Cepillo” se incriminara y dijera que la organización delictiva a la que pertenece fue la autora del homicidio de los 43 normalistas desaparecidos, la ciudadanía se quedará con la convicción de que se trata de una simulación para dar el necesario “carpetazo”.

Se podrá acallar el enojo de los familiares de los estudiantes desaparecidos, pero lo que no se podrá cambiar es el sentir ciudadano de que el sistema político está metido en un pantano de corrupción que está a punto de ahogarnos a los mexicanos. La ciudadanía no confía en los partidos, tampoco en el Ejecutivo, y cuando eso sucede es imposible poner remedio al divorcio entre gobernantes y gobernados, entre la clase política en el poder y los ciudadanos cada vez más envilecidos y más descontentos con una realidad descorazonadora y apabullante. Mucho menos cuando quien encabeza al Ejecutivo “no entiende que no entiende”, como le dijo The Economist a Enrique Peña Nieto en un reciente editorial.

Es preciso recordar que Adolf Hitler pudo apuntalar su régimen dictatorial gracias a su eficaz política populista que dio esperanzas al pueblo alemán de una vida mejor, como así fue durante los primeros cuatro años. Aquí no hay esa expectativa, porque no hay condiciones mínimas para brindar una leve esperanza de cambios positivos: la oligarquía mexicana no tiene una pizca de humanidad, y la alta burocracia sólo aspira a enriquecerse aún más durante el sexenio

Peña Nieto no tiene empacho en decir que está haciendo bien su trabajo y que “las buenas cosas se olvidan fácilmente”, por eso no se cansará de hablar una y otra vez de los beneficios de las reformas estructurales. El problema de fondo es que la sociedad mayoritaria sólo ve desgracias y horrores, que constatan organismos internacionales, como la Cepal. Acaba de informar que la tasa de indigencia en México fue de 8.7 por ciento en 2005, pero en 2012 aumentó a 14.2 por ciento. No dio datos aún referidos al año 2013. Sin duda serán más devastadores.

(guillermo.favela@hotmail.com)

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